Monday, February 7, 2011

La crisis de la monarquía Española

La Revolución francesa de 1789  postró a Europa en una guerra de 20 años, así como también  fue el detonante de la crisis imperial en el mundo español. En el momento preciso que la monarquía española necesitaba de un gobierno fuerte y experimentado, fallece el Rey Carlos III  en diciembre de 1788. Su sucesor, Carlos IV, era  ineficaz.

Al principio, Carlos IV mantuvo al primer ministro de su padre, el conde Floridablanca. Mas el radicalismo de la Revolución francesa atemorizo a Floridablanca, quien impuso una censura a la prensa en el intento de aislar al mundo español del virus revolucionario francés. Y cuando fallo esta táctica instituyo medidas aun más represivas, como la cancelación de la prensa en 1791 y el restablecimiento de la inquisición con el fin de eliminar los libros peligrosos y a los subversivos en potencia.

Tales actos dieron lugar a que se produjera una oposición fuerte en España que amenazo también al primo del rey Carlos IV, Luis XVI de Francia, quien había jurado mantener la Constitución Francesa. Con el fin de tranquilizar al país y reducir las tensiones entre España y Francia, Carlos IV sustituyo a Floridablanca con el conde de Aranda en febrero de 1792. El cambio en el ministerio permitió que se difundiera en España  la propaganda revolucionaria de Francia, puesto que Aranda disminuyo la censura. La marcha atrás en la política preocupo a numeroso españoles; así, en tanto que el radicalismo aumentaba en Francia, las intrigas en la corte hacia el primer ministro de España obtuvieron mayor apoyo. Como resultado de lo anterior, Aranda  fue destituido y remplazado por un preferido de la familia real, Manuel Godoy, oficial de la guardia de 25 años.

Desafortunadamente, Godoy no tenia la formación ni la experiencia necesarias. Logro, eso si, obtener un poder sin precedentes, pues gozaba la confianza del rey y de la reina. El pueblo resentía la influencia de Godoy, así como su ascenso tan inmerecido al poder, resentimiento que creció cuando el rey otorgo títulos y favores a su ministro. La falta de méritos de Godoy, así como su relación con la familia real, convirtieron al ministro en blanco fácil de los detractores. Circulaban rumores de que era amante de la reina y de corrupción. Tales historias empañaron la reputación de la familia real y de la monarquía en el momento preciso en que las tensiones resultantes de la grave situación internacional estaban creando un ambiente de descontento contra el gobierno. La concentración de poder en un solo hombre preocupaba a muchos que creían que lo que llego a conocerse como despotismo ministerial nulificaba los equilibrios tradicionales de la monarquía española.

Godoy, quien se consideraba un hombre de la ilustración, intento continuar la política reformista de Carlos III, táctica que le gano poco apoyo de parte de la comunidad intelectual y la burocracia, quienes lo consideraban un improvisado. Al mismo tiempo, su política alejo a los tradicionalistas, quienes temían que la religión y la sociedad fueran amenazadas por los excesos de la Revolución francesa. Debido a que la administración de Godoy era considerada corrompida en extremo, numerosas personas que fueron nombradas para desempeñar cargos públicos tanto en España como en América durante su prologando ejercicio quedaron desacreditadas.

El reinado del Terror de los Jacobinos, si como la ejecución de Luis XVI, sacudieron al mundo Español y llevaron a la nación a  un conflicto con Francia. Así, Carlos I se alió en 1793 con otras monarquías europeas en guerra contra la  República francesa solo para ver la derrota de su país. La guerra mino el sistema político español y dio lugar a trastornos económicos graves. Y todavía más: París impuso en 1795 un tratado de paz denigrante mediante el cual se unía España con Francia, convirtiendo así al país en enemigo de Gran Bretaña.

El nuevo orden internacional obligo a España a participar en una serie de guerras contra Gran Bretaña y sus aliados, dañando aun más la economía española. La armada británica aislo a España de sus posesiones transatlánticas, permitiendo a los comerciantes británicos penetrar en el mercado hispanoamericano. La Paz de Amiens (1802) dio fin por breve tiempo a la guerra entre Gran Bretaña y Francia, permitiendo la resurrección de la abrumada economía española. No obstante, en 1804, Francia y España se encontraban nuevamente en guerra contra Gran Bretaña. Los británicos arrasaron con la flota española en Trafalgar, y el bloqueo de 1806, el “sistema Continental” de Napoleón, destrozó a la economía de España. Tales desastres no solo interrumpieron el comercio con Hispanoamérica sino que también provocaron el desempleo masivo y grave inflación, que con el tiempo, llevaron a la bancarrota al gobierno. Las desgracias económicas del país fueron atribuidas por el pueblo a la ineptitud de Godoy.

Quienes esperaban devolver a la nación su antigua prosperidad vieron como su líder al príncipe heredero Fernando, pues se oponía a Godoy. En marzo de 1808, los seguidores del príncipe obligaron a Carlos IV a abdicar a favor de su hijo, quien paso a ser Fernando VII. La disputa dentro de la familia real coincidió con la entrada de los soldados franceses en la península ibérica. En 1807 Napoleón había sido autorizado a cruzar por España con el fin de ocupar Portugal. Una vez que sus fuerzas entraron en el país, el emperador de los franceses decidió sustituir a los borbones españoles; utilizando con excusa la disputa de la corona española, Bonaparte trajo a Francia a la familia real y allí la obligo a abdicar en su favor. Posteriormente otorgo a su hermano José el Trono de España.

Aunque las instituciones españolas, tales como la burocracia imperial, la nobleza, el clero además del ejercito aceptaron en principio a José Bonaparte como rey de España, el pueblo no. El 2 de mayo de 1808 el pueblo de Madrid se levanto en contra de los franceses, iniciativa que fue seguida a lo largo de toda España. Estos actos dieron principio a una serie de acontecimientos políticos y militares que trasformaron todo el mundo español. De forma inimaginable, una monarquía cuyos territorios se extendía por todo el mundo fue arrojada por la borda.